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Von Humboldt: el científico universal

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Von Humboldt: el científico universal

Administrador APROQUE2019-12-27T15:33:33-05:00jueves, 02 de enero, 2020|

Una descripción de Alexander von Humboldt que englobe todas las actividades a las que se dedicó semeja una larga y abrumadora enumeración de las más diversas materias. En efecto, durante su larga y productiva vida, Humboldt fue geógrafo, explorador, naturalista, vulcanólogo, antropólogo, escritor, diplomático, historiador, filósofo… Esta sucesión de conceptos es, sin embargo, necesaria para reflejar la enorme contribución al conocimiento y la cultura de uno de los grandes sabios del Occidente moderno.

Simón Bolívar, que traba amistad con Humboldt en París y Roma y que le define como el descubridor científico del Nuevo Mundo, resalta con acierto la combinación de hombre de teoría y de acción, en el que conviven el perfil del erudito y del explorador. A la vez que subraya su rasgo más característico, el de científico universal, señala su mayor aportación y experiencia central de su vida: el largo viaje en el que Humboldt junto a su compañero, el médico y botánico francés Aimé Bonpland, recorrió el continente americano.

Hasta entonces los viajes de exploración obedecían a intereses políticos de expansión. La gran novedad de este viaje es que se trata de hecho del primer viaje de investigación exclusivamente científica con financiación privada. A lo largo de cinco años y a sus propias expensas, Humboldt lleva a cabo con su amigo Bonpland un viaje por los dos hemisferios, el más grande jamás emprendido por un particular.

Nacido en Berlín en 1769 en el seno de una familia aristócrata y acomodada, Humboldt pierde a su padre, chambelán del rey, con nueve años. El trato severo y distante de su madre se compensa con la esmerada educación recibida junto a su hermano mayor, Wilhelm, filósofo, lingüista, político y uno de los fundadores de la Universidad de Berlín.

Cabe señalar entre sus tutores al pedagogo y lingüista Joachim Heinrich Campe, autor de obras célebres como El nuevo Robinson y didácticas como Historia del descubrimiento y conquista de América, textos que inspiran al joven Humboldt. Preceptor destacado y decisivo para su futuro es el botánico Karl Ludwig Willdenow. Después de estudiar un primer semestre con su hermano Wilhelm en Frankfurt del Oder, Alexander se traslada en 1789 a la Universidad de Göttingen, donde asiste a las clases de Física Experimental del escritor y científico Georg Christoph Lichtenberg y donde le influye sobremanera el médico y zoólogo Johann Friedrich Blumenbach, fundador de la antropología moderna.

Sería, sin embargo, el escritor y viajero Georg Forster quien, según palabras del propio Humboldt, le dejó una mayor impronta. Cuando el padre de Forster, el naturalista alemán Johann Reinhold Forster, es contratado por el almirantazgo británico para acompañar al capitán James Cook en su segunda expedición alrededor del mundo (1772-75), su hijo Georg le acompaña como ayudante. Los relatos de Forster en su libro Viaje alrededor del mundo (1777) le hicieron famoso por toda Europa. Con Forster, Humboldt visita en 1790 los Países Bajos, Inglaterra y Francia, donde presencia la Revolución Francesa, una experiencia que le deja una huella indeleble.

En la década de los noventa del siglo XVIII y tras estudiar en la escuela de Minería de Freiburg, desempeña puestos de responsabilidad en la administración prusiana de minas y realiza investigaciones en campos como la mineralogía, la botánica y la geología en diferentes países europeos.

Tras la muerte de su madre a finales de 1796, Humboldt hereda una considerable suma de dinero que le asegura autonomía financiera para realizar su sueño: la exploración del mundo como investigador y viajero. Al año siguiente renuncia a una brillante y prometedora carrera en el Estado prusiano. Visita en Jena a su hermano Wilhelm, así como a Goethe y Schiller, cuya presencia y la de otros intelectuales convierten a la pequeña ciudad de Jena y la vecina Weimar en un centro cultural europeo de primer orden. Debido a la situación política en Europa, los preparativos de su viaje se ven sometidos a dilaciones y frecuentes cambios. El plan de una expedición por el Nilo, por ejemplo, se ve truncado por la campaña en Egipto de Napoleón y el viaje a las Indias Occidentales no puede realizarse por el bloqueo naval británico.

A pesar de todo, Humboldt continúa con su plan de un viaje a Egipto y cuando conoce a Bonpland en París, en 1798, ambos se dirigen a Marsella, donde esperan embarcar hacia el norte de África. La guerra entre Francia y los berberiscos lo impide, por lo que parten a España con la esperanza de salir desde Cartagena bajo pabellón español. Nuevamente se produce un cambio de planes y se dirigen a Madrid. En febrero de 1799 obtienen una autorización de la corte para viajar por las colonias españolas en las Américas.

Este permiso extraordinario permite a Humboldt una libertad de movimiento y actuación sin precedentes para investigar. Y es en verdad algo excepcional que en aquella católica España, largo tiempo empeñada en impedir todo tipo de influencia extranjera en sus colonias, se concediera a un extranjero protestante, acompañado de un ciudadano de la Revolución Francesa, una autorización semejante. A todo ello debió contribuir, en no poca medida, Mariano Luis de Urquijo, el ministro de Estado (Asuntos Exteriores), quien durante su breve mandato hizo lo posible por limitar los privilegios y atribuciones de la Inquisición promoviendo empresas culturales y científicas.

El propio Humboldt agradece en sus obras la liberalidad y el espíritu abierto del gobierno de España y alaba el interés personal mostrado por Carlos IV. Durante la audiencia, el rey queda sorprendido por el buen dominio del español de su interlocutor. Humboldt, un políglota que hablaba con fluidez ocho o nueve idiomas, entre ellos el español, poseía un talento poco común que le permitía aprender los idiomas propios de los lugares que visitaba.

El 5 de junio de 1799 zarpan en la fragata española Pizarro desde La Coruña con rumbo al Nuevo Mundo. Viajan a lo largo de cinco años por los territorios de los actuales Estados de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Cuba y México. Tras la reglamentaria escala en las islas Canarias y una ascensión al cráter del pico del Teide (3.718 metros) en Tenerife, pisan tierra americana el 16 de julio de 1799 en

Cumaná, la primera ciudad fundada por los españoles en el continente americano. Una epidemia de tifus a bordo aconseja al capitán del barco a buscar refugio en las costas de Venezuela antes de proseguir viaje a La Habana, como estaba previsto, mientras que Humboldt y Bonpland deciden quedarse.

El naturalista alemán Alexander von Humboldt (1769-1859)

Cumaná es en ese momento capital de Nueva Andalucía, una de las seis divisiones administrativas integradas en 1777 en la recién creada Capitanía General de Venezuela. Esta medida de reorganización administrativa se enmarca en el conjunto más amplio de las reformas introducidas por los Borbones y sus ministros. Entre ellas, destaca la expulsión de la orden de los jesuitas de España y sus territorios, por mandato de Carlos III y de su primer ministro, el conde de Aranda, en 1767, que tuvo una trascendental repercusión en la América hispana.

Son recibidos por Vicente Emparán, el progresista gobernador de Nueva Andalucía y que será posteriormente, hasta el 19 de abril de 1810, el último capitán general de Venezuela antes de la independencia.

El viaje se divide en tres etapas de una duración similar. La primera, de un año y cuatro meses, se puede denominar “viaje del Orinoco” y corresponde a su estancia en Venezuela, desde su llegada a Cumaná hasta la partida desde Nueva Barcelona con rumbo a La Habana, el 24 de noviembre de 1800. Entre 1799 y 1800, visitan la costa de Paria, las misiones de los indios Chaymas y se adentran en la famosa cueva del Guácharo, hoy parque nacional. Navegan por la costa hasta el puerto de La Guaira y visitan Caracas, desde donde salen en enero hacia los valles de Aragua y el gran lago de Valencia. Desde Puerto Cabello atraviesan en dirección Sur las inmensas llanuras de Calabozo, Apure y el Orinoco (Los Llanos).

En San Fernando de Apure comienza su navegación fluvial de casi 2.000 kilómetros, mientras levantan el mapa del país con sus mediciones. Descienden por el Apure hasta el Orinoco, que remontan en canoas pasando las cataratas de Maypures y Atures hasta la desembocadura del Guaviare. A partir de aquí, navegan aguas arriba por pequeños ríos y siguen el camino terrestre hasta las fuentes del río Negro, afluente del Amazonas. Por los ríos Negro y Casiquiare vuelven a ascender hacia el norte hasta alcanzar de nuevo el Orinoco. Tribus belicosas impiden toda tentativa de alcanzar las propias fuentes del río Orinoco. En plena crecida, descienden todo el curso hasta llegar a la ciudad de Angostura (en la actualidad Ciudad Bolívar).

Es difícil concebir la amplitud y dificultad de sus investigaciones: el trabajo de campo botánico, recolectando y describiendo miles de especies de plantas –que enviarán a Europa–, los estudios fisiológicos y zoológicos. Son famosos sus experimentos con los peces eléctricos en la cuenca del Orinoco. El lector de sus relatos queda maravillado cuando Humboldt, al tiempo que describe sufrimientos y penalidades de la travesía, relata su buen ánimo y la constante fascinación que sienten, la curiosidad con la que realizan cada medición del agua, del aire, del suelo, con unos instrumentos que apenas dejan sitio en sus canoas… Al mismo tiempo, Humboldt y Bonpland estudian y anotan observaciones sobre los idiomas, la cultura, las costumbres y el arte indígenas y del resto de la sociedad.

Desde Angostura, regresan a Cumaná por las llanuras y las misiones de los indios caribes. Después de una estancia de algunos meses en Nueva Barcelona y Cumaná, llegan a La Habana tras una larga y peligrosa travesía.

Antes de comenzar la segunda etapa, permanecen tres meses en Cuba y se dedican a establecer la longitud de La Habana, a viajar por la isla y a interesarse por la construcción de hornos para los ingenios azucareros. Humboldt, enemigo acérrimo de la esclavitud, pone la ciencia al servicio de la libertad y escribe que “al afirmar la unidad de la especie humana, también nos oponemos a aceptar el antipático supuesto de razas humanas superiores e inferiores. Todas están destinadas a la libertad, por igual”. De vuelta en Europa, publicará el Ensayo político sobre la isla de Cuba, un estudio socioeconómico que hasta hoy goza de gran reconocimiento en la isla, principalmente por sus denuncias sobre la esclavitud.

Su intención consiste en embarcarse para Veracruz con la idea de alcanzar Acapulco, vía Ciudad de México, navegar directamente desde allí hasta las islas Filipinas y circunnavegar el globo. Les llegaron entonces noticias –que luego se prueban falsas– sobre el viaje del capitán y explorador francés Nicolas Baudin. Se inicia así la segunda etapa o “viaje intermedio”, cuyo fin es encontrarse en El Callao (Perú) con la expedición francesa de Baudin y sumarse a ella.

Parten de Batabanó (Cuba) en marzo de 1801 y, a lo largo de la costa sur de la isla, determinan varias posiciones astronómicas. Lo avanzado de la estación les hace abandonar el proyecto de cruzar el istmo de Panamá y deciden remontar el río Magdalena (en la actual Colombia), cuyo mapa esbozarán. Se desvían para visitar en Bogotá, la capital del virreinato de Nueva Granada, al científico gaditano José Celestino Mutis y admirar sus colecciones y tesoros de historia natural. Esta visita y el estudio de diferentes aspectos y curiosidades de la geografía colombiana, como el salto del Tequendama, les ocupa hasta septiembre de 1801.

Continúan su investigación de la geografía de las plantas y profundizan su estudio de los fenómenos volcánicos en el viaje a Quito atravesando los Andes. En Popayán se entrevistan con el científico colombiano Francisco José de Caldas. La ciudad de Popayán está situada al pie de los volcanes de Sotará y de Puracé. Ascienden al cráter de este último en cuyas laderas nacen los ríos más importantes del país como el Cauca, el Magdalena y el Caquetá. Prosiguen hasta Quito, adonde llegan en enero de 1802 y permanecerán allí un año. En Quito, que había sufrido en 1797 un terremoto con más de 40.000 muertos, recibe una carta del Instituto Nacional de Francia comunicándole el cambio de planes del capitán Baudin. Así pues, ha de renunciar a reunirse con él.

Emprenden diferentes expediciones a las montañas nevadas de Antisana, de Cotopaxi, de Tunguragua, para proseguir con sus estudios geológicos y de mineralogía. Efectúan la celebrada ascensión al volcán del Chimborazo. Los picos de los Andes se consideraban los más altos del mundo, ya que las cimas más altas del Himalaya todavía no habían sido medidas. A 5.800 metros, como anota Humboldt, empiezan a sangrarle ojos, labios y encías y una profunda y ancha grieta les impide avanzar, a menos de 300 metros de la cima. Es una marca que nadie superará en 30 años. También y después de tres tentativas infructuosas, consiguen en dos ocasiones ascender al cráter del volcán de Pichincha. Además de los guías indios durante el largo periplo americano y en su vuelta a Europa, les acompaña el joven militar ecuatoriano Carlos Montúfar, hijo del que se convertiría años más tarde en el “primer presidente de la América revolucionaria”, Juan Pío Montúfar.

Los viajeros se encaminan hacia el Sur, cruzando la cordillera de los Andes. Descienden por el río Chamaya, que les conduce a las aguas del Amazonas (Marañón) por un corto tiempo, hasta que vuelven a cruzar las montañas por Cajamarca. Allí Humboldt ve que la aguja de su compás se balancea de Norte a Sur, la inclinación era cero, a pesar de que estaban a 7º de latitud austral. Es la primera determinación de un valor exacto para el ecuador magnético, línea curva imaginaria en la superficie de la Tierra cercana al ecuador geográfico y cuyo trazado varía ligeramente cada año conforme se mueven los polos magnéticos. La medición de Humboldt serviría como norma mundial de la medición durante 35 años.

Desde Cajamarca bajan a Trujillo, en las inmediaciones del océano Pacífico, que contemplan aquí por primera vez, recorriendo las costas peruanas hasta Lima. Humboldt realiza observaciones astronómicas y establece con exactitud la longitud del puerto de Lima. En esta ciudad permanecen varios meses. En Quito y Lima elogia el interés por la literatura y las bellas artes, en Bogotá y México le llama la atención el nivel de los estudios científicos, y en Caracas y La Habana le asombran las inquietudes y el grado de conocimiento de las nuevas corrientes filosóficas y de pensamiento político.

Salen de Callao el 5 de diciembre de 1802 y dan comienzo a la tercera etapa de su viaje, que se desarrolla en su mayor parte en México. En su travesía por el océano Pacífico desde el litoral peruano hasta Acapulco, el puerto occidental de Nueva España, hacen escala en Guayaquil, Ecuador. Humboldt observa en el barco la gran corriente fría de esa parte de la costa suramericana, procedente del océano Glacial Antártico, detectando la anomalía térmica que consiste en una temperatura media de las aguas inusualmente baja para regiones de latitudes intertropicales y subtropicales. Esta corriente –hoy conocida como corriente de Perú o corriente de Humboldt– es una de las más importantes del mundo y produce inestabilidades climáticas como El Niño.

A pesar de su intención de quedarse en México sólo unos meses, Humboldt destaca que la belleza del virreinato y la hospitalidad de sus habitantes les lleva a permanecer un año en el país. Desde Acapulco suben hasta Taxco y de allí a la capital de México pasando por Cuernavaca. Viajan relativamente poco en relación a las grandes distancias recorridas anteriormente, pero en una estancia de algunos meses en el valle de México, y una vez fijada la extensión de la capital, Humboldt lleva a cabo la investigación más completa de todo el viaje, con un acceso completo y sin precedentes a los archivos del virreinato concernientes a sus recursos naturales, su gobierno, ingresos, etcétera. De todo ello, resulta un tratado de geografía política que, al igual que el realizado sobre Cuba, estableció una norma mundial para ese tipo de escritos: Ensayo político sobre el reino de la Nueva España.

Se dirigen a Guanajuato pasando por Querétaro. Visitan diversos centros de minería y desde Pátzcuaro descienden de nuevo hacia la costa del Pacífico. Estudian los grandes volcanes de México y, además de relatar su ascenso al volcán Jorullo, Humboldt mide los volcanes Popocatépetl, Iztaccihuatl y otros. Finalmente, después de permanecer un tiempo en Jalapa, se embarcan en Veracruz hacia La Habana.

Tras su segunda estadía en La Habana, de algo más de un mes, en la que recogen las colecciones dejadas allí tres años antes, Humboldt, Bonpland y Montúfar zarpan rumbo a Filadelfia, en Estados Unidos, a bordo del carguero Concepción. Humboldt describe la gran tormenta que se desata al octavo día y que junto a un casi naufragio en el Orinoco fue el momento de mayor peligro de toda la expedición.

En EE UU, visita Filadelfia y Washington y es invitado por el presidente Thomas Jefferson a su residencia de Monticello. Ilustrados, librepensadores y partidarios de los derechos naturales del hombre, ambos eruditos dialogaron sobre sus convicciones humanistas y republicanas, aunque para Jefferson debió de ser de gran interés recibir información relativa a los imprecisos y disputados territorios fronterizos con México, ya que Humboldt, con gran generosidad, pone a disposición del presidente sus conocimientos y un útil material cartográfico. Es oportuno recordar aquí la compra (Louisiana Purchase), efectuada en abril de 1803 por EE UU a la Francia de Napoleón, de los inmensos territorios situados hacia el Oeste, al sur del paralelo 33, conocidos con el nombre de Luisiana.

En julio de 1804 regresan a Europa, y llegan a Burdeos el 3 de agosto. Ese mes multitudes entusiasmadas les aclaman en París. Se ha dicho que en aquella época sólo había un hombre más famoso que Humboldt en Europa: Napoleón Bonaparte, que se haría coronar emperador en diciembre de aquel año. El encuentro entre ambos no fue muy cordial y, como Humboldt recordará más tarde, la actitud de Napoleón hacia ellos fue fría.

A la vuelta, Humboldt no había cumplido aún los 35 años. En su biografía se pueden distinguir desde entonces dos periodos divididos por su viaje de investigación a Rusia en 1829. Durante la mayor parte del primer y fructífero periodo reside en París y se dedica a la elaboración y redacción del colosal material recopilado durante su viaje americano. La edición de sus trabajos sobre la naturaleza americana consta de más de 30 volúmenes, publicados principalmente en francés. La obra lleva por título general Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente.

Realiza misiones diplomáticas para el rey Federico Guillermo III de Prusia en el Congreso de Aquisgrán de 1818 y en el de Verona de 1822. Rechaza el puesto oficial de embajador porque teme que pueda menoscabar la relación de absoluta confianza con sus amigos e interferir en su relación con científicos y académicos franceses. El astrónomo, físico y político francés François Arago fue posiblemente el mejor amigo de Humboldt, además de su hermano Wilhelm. Y con el físico y químico francés Louis-Joseph Gay- Lussac, viaja por Europa para estudiar la composición del aire y el campo magnético terrestre.

Cuando empiezan a reclamarle en Berlín, organiza su vuelta de forma escalonada y vacilante. Tiene el deseo de otro gran viaje, esta vez a Asia, que intenta llevar a la práctica en Londres y después mediante otra propuesta relativa a México. Ambas tentativas se ven frustradas. Si la primera choca con las suspicacias de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, la segunda es acogida con entusiasmo en México, como refleja la respuesta de su ministro de Exteriores, el historiador y diplomático Lucas Alamán, en su carta de 1824. Desde un principio, Humboldt concibe su idea de un instituto de investigación mexicano como un proyecto panamericano, puesto que ya tenía importantes contactos en América.

De haberse realizado, los planes mexicanos de Humboldt –quien quería abrir el camino hacia Filipinas y el continente asiático– habrían significado un fundamental impulso al desarrollo científico y cultural de Latinoamérica. Sin embargo, México era en aquel momento demasiado pequeño para competir con un centro como París o incluso Berlín, por lo que tuvo que optar por regresar a esta última ciudad.

El objetivo asumido por Humboldt era la popularización y democratización de la ciencia, haciéndola accesible y contribuyendo así a un cambio mediante una sociedad civil de la información y el conocimiento. Humboldt organizó una red mundial de corresponsales y su correspondencia superó a lo largo de los años las 35.000 cartas. Como señala el catedrático alemán Ottmar Ette, Humboldt es uno de los organizadores de la ciencia más influyentes del siglo XIX y un decisivo precursor del siglo XXI, pionero de la “edad de la red”.

En 1829, con 60 años, tras ser recibido en San Petersburgo por el zar Nicolás I, realiza un viaje de investigación científica por Rusia que le lleva por los Urales, a través de Siberia hasta la frontera china. Comprueba las diferencias geológicas, ecológicas y geográficas de dos grandes continentes, y sus observaciones meteorológicas le llevan a establecer el “principio de continentalidad”, por el cual las regiones interiores de los continentes presentan temperaturas extremas estacionales, debido a la gran distancia del océano y, por tanto, a la ausencia de su influencia moderada.

Cuando en 1835 fallece su hermano Wilhelm, Alexander von Humboldt pierde a su mayor crítico y más grande admirador. Los hermanos, de caracteres e intereses tan diversos, son brillantes exponentes del clasicismo y el romanticismo alemanes.

Sin ambiciones políticas –declinó el puesto de ministro prusiano de Cultura– Humboldt tiene ideas liberalconservadoras. El más reputado científico de su época y miembro de más de un centenar de academias en todo el mundo fue también consejero de reyes y presidentes, y asume repetidamente importantes funciones diplomáticas. Defiende la libertad de pensamiento, expresión y actuación del científico tratando de preservar en lo posible la autonomía del ámbito científico frente a la política. Y lo que es más relevante, evita cualquier vinculación con intereses nacionales en una época en la que los nacionalismos comienzan a imponerse.

Humboldt goza hasta hoy de un alto grado de estima y gratitud en los países latinoamericanos visitados y estudiados por él. Las razones para ello son muchas. Quizá una de las más importantes sea que, en el contexto de la conquista del Nuevo Mundo, territorial primero, económica y cultural después, fue uno de los pocos europeos que dejaron tanto como lo que se llevaron: conocimiento.

En Europa, y sobre todo en Alemania, su figura quedó durante mucho tiempo prácticamente relegada al olvido. Por ello, es de apreciar el empeño del pensador alemán Hans-Magnus Enzensberger, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2002, que en 2004 presentó en Berlín una reedición de tres de sus obras más importantes: el tratado de ciencias naturales Cosmos, el libro Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, un trabajo que suma a las bellísimas ilustraciones y a los conocimientos geográficos grandes aportaciones a la antropología de las culturas precolombinas, y Cuadros de la Naturaleza, donde combina la mirada científica y la poética.

Cosmos, escrito durante el tramo final de su vida (1845-58), es la obra más ambiciosa de Humboldt y ofrece el testimonio de un saber universal y enciclopédico. Concebido como repaso exhaustivo de todas las ciencias naturales, Cosmos es el gran libro de la Naturaleza de la Edad Moderna.

Entre sus obras también destaca el Ensayo sobre la distribución geográfica de las plantas, diversos atlas geográficos y físicos y varias monografías sobre astronomía y geología, sin olvidar los ensayos políticos citados sobre la Nueva España y Cuba, magnos inventarios de los recursos naturales y económicos de ambos territorios.

Con todas estas obras Humboldt se convierte en el padre de la biogeografía, la geografía climática, la sismología, la fitogeografía, la física marítima… Nociones que pasan a engrosar la larga enumeración con que comienza este texto y que dan idea de la dificultad de tratar de describir en unas páginas a un hombre inagotable y excepcional, que trató de poner en práctica su reiterada divisa: “el hombre debe aspirar a lo grande y a lo bueno”.

De especial relevancia es la contribución de Humboldt al inicio del debate sobre el medio ambiente, que lo señalan como un verdadero adelantado a su tiempo, preocupado por la creciente desertificación de la Tierra debido a la destrucción de los bosques. Las investigaciones de Humboldt sobre el cambio climático antropogénico consiguen formular por primera vez sobre una base científica conjeturas acerca de las complejas interrelaciones entre el ser humano y la naturaleza. Humboldt no sólo anticipó importantes consideraciones a través de su amplio concepto climático, que incluía la interacción entre la biosfera y el clima, sino que también supo reconocer tempranamente la importancia de la dimensión histórica en los análisis climáticos.

Con 89 años, Humboldt muere en 1859, año en que Darwin publica El origen de las especies, iniciando una nueva etapa para la ciencia. Admirador de Humboldt, cuyos libros le inspiraron para su resolución de viajar con fines de investigación, Darwin le calificará como el científico explorador más grande.

Alexander von Humboldt, el descubridor científico del Nuevo Mundo

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